Un llanto raro
En estas páginas tipo “sobre mi”, la gente habla de cursos, de másters, de las empresas donde han trabajado y otros datos que, no sé por qué me dan la sensación de que no interesan a nadie.
Creo que a los seres humanos nos interesan más las historias.
Las historias son muy importantes y más interesantes.
La historia que me ha venido a la cabeza para hablarte de mi, la recuerdo como si fuera ahora mismo y se remonta a cuando nació mi segundo hijo.
Menuda historia…
…lo de tener hijos, me refiero.
Te los entregan con minutos de vida ya lavados y oliendo bien y te los quedas unos cuantos años, para que estés entretenido hasta que se vayan de casa…
Pues estaba yo allí, en medio del pasillo de la planta de maternidad del hospital, con mi niño entre los brazos. Cuando le observaba, con mi carapadre, me fui dando cuenta de que se estaba poniendo por momentos de color azulado y gritaba como si le debiera dinero todo el hospital.
Era un llanto raro.
Le dije a la enfermera “Este niño llora raro. Lo sé porque tengo otro que llora normal y este en cambio me lo han traído ya cabreado de ahí dentro. Algo le pasa”.
La enfermera me miró con la cara que le ponen a los padres “sabelotodo” y me lo quitó de los brazos como diciendo “…anda, déjame a mí, aprensivo”.
Por suerte, pasó por allí un pediatra muy simpático que, observando la escena, se fijó en mi hijo un momento, puso cara de preocupación e hizo que se lo llevaran rápidamente a la incubadora.
Resultó que tenía líquido en un pulmón.
Es curioso porque yo no tenía ni idea de qué le pasaba a nuestro recién nacido, pero la experiencia me decía que algo raro había. Es algo sutil que te sale solo y que no se enseña en los libros de “Ser padre” ni en ningún otro sitio,
¿Sabes de lo que te hablo?

Te cuento esta historia porque con esto de la experiencia ahora lo que hago es compartir lo que sé y ganarme la vida con ello.
No es que asesore a padres a identificar llantos ni nada de eso, sino que comparto con profesionales, empresarios y autónomos lo que sé de las ventas que es a lo que me he dedicado desde que empecé a trabajar.
A los que empiezan ahora y a los que quieren mejorar; me ocupo de que vendan más en sus negocios.
También escribo.
Todos los días.
Por pasión, por contar lo que sé, por conocerme más, por mejorar para vender más, por dejarle un legado a mis hijos…escribo porque necesito escribir y porque creo que es algo que debería aprender a hacer cualquier ser humano no marciano.
Es de las pocas cosas que se me dan bien en la vida, escribir.
De modo que si me tuviera que definir de alguna forma sería como un vendedor que ama escribir.
Por cierto, mi hijo pequeño expulsó el líquido del pulmón y ahora es casi ya “un señor de Valladolid” que, aunque me sigue abrazando y sé que me quiere, se va alejando poco a poco, es ley de vida.
La verdad es que ya no soporto los llantos de los niños pequeños. Me pongo nervioso porque me acuerdo de aquel “llanto raro”. Me alojo en hoteles “sólo adultos” y elijo restaurantes que no tienen menú infantil.
Mi otro hijo, el mayor, dicen que se parece a mi, ojalá también escriba y me dedique uno de sus libros.
Yo les dediqué a ellos dos el primero de mis libros, algún día se darán cuenta.
Por lo demás, un tipo corriente: soy muy despistado, bastante taciturno, prefiero escuchar a la gente y escribir, más que hablar; me encanta andar sólo, amo el silencio y sueño con vivir algún día cerca del mar y la montaña al mismo tiempo.
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Es gratis pero tiene mucho valor, de modo que aprovéchalo.
Que pases un día estupendo.
¡Ah! Se me olvidaba algo importante: soy Álvaro Alcántara.